Cuando María Cristina Verrier en agosto de 2012 le entregó, a la entonces presidenta Cristina Fernández, las banderas que habían ondeado en Malvinas casi cincuenta años antes, recibía el reconocimiento del Estado a la gesta en la cual había participado, cerrándose así un capítulo memorable y poco conocido de nuestra historia cercana.
En setiembre de 1966 la dictadura de Onganía recién comenzaba mientras que la juventud tomaba conciencia de la necesidad de involucrarse en las causas populares.
La recuperación de las Islas Malvinas era una utopía. Pero, los integrantes del Comando Cóndor liderados por Dardo Cabo y en el que participaba María Cristina Verrier, emulando al emblemático Antonio Rivero, decidieron emprender una acción miliciana para volver a enarbolar la bandera nacional en las Islas, tal como había hecho el Gaucho en 1833, a pocos meses de la usurpación británica de nuestro territorio.
Cuando abordaron el avión de Aerolíneas llevaron entre sus equipajes siete banderas nacionales. También las armas necesarias para convencer a la tripulación del avión que no debía ir a Rio Gallegos sino desviarse hacia Malvinas. Fortuitamente integraba el pasaje el gobernador de facto de Tierra del Fuego, Almirante José M. Guzmán.
Momento emotivo el aterrizaje en la pista de carreras de caballos de Stanley, salvo para el atribulado Guzmán que no dejaba de calificar de locos y terroristas a les jóvenes del Comando. Y que debió recibir las banderas del operativo en carácter de gobernador al finalizar las acciones.
Detallar el Operativo Cóndor resulta imposible en este espacio. Baste decir que en los casi dos días que median entre el aterrizaje y la entrega de las banderas a Guzmán, todo ocurrió vertiginosamente en Malvinas. Los comandos descendieron del avión, tomaron posesión simbólica de las Islas en nombre del pueblo argentino, bautizaron al poblado como Puerto Rivero y desplegaron las siete banderas. Los marines rodearon al avión exigiendo la rendición y cuando la tragedia parecía inminente, la mediación de un cura párroco permitió hallar una salida: no habría rendición alguna y los cóndores debían ser evacuados prisioneros en un barco de la Armada Argentina.
Ante la noticia el júbilo popular se manifestó en el resto del territorio nacional, para molestia del gobierno que por esos días, atendía solícitamente al Príncipe Felipe, esposo de la Reina Isabel II que presenciaba una elegante competencia hípica.
Les integrantes del Comando Cóndor fueron sometidos a juicio por portación de armas de guerra y secuestro de personas y pasaron unos meses en prisión, salvo Cabo que tenía una condena previa por sus actividades políticas. En la sentencia sorprendente, los jueces devolvieron “las banderas que ondearon en las tierras irredentas” a Dardo Cabo. Como continuaba en prisión fueron entregadas a su esposa María Cristina, que las mantuvo hasta la entrega en Olivos en 2012.
Los episodios protagonizados por el pueblo no pueden ser olvidados. Propongo a quien lee esta nota profundizar en el conocimiento de la Operación Cóndor para evitar que este épico suceso desaparezca de la memoria colectiva. Y si alguna vez toman contacto con alguna de las siete banderas de Cristina, reconozcan en ella el salado olor del aire malvinero. En el recuerdo de Rivero o de los cóndores, que se jugaron el pellejo en la patriada, se reconoce la soberanía con nitidez mayor que en los protocolares reclamos diplomáticos o en las etílicas arengas de los dictadores de nefasta trayectoria.
Carlos Román
Para Palabra Activa
Siento qué nuestra historia está salpicada en mi memoria y llega apenas a tomar cierta pero desdibujada forma
Cómo dice Carlos, el autor de esta nota, tomemos el tiempo. para profundizar ciertos temas y qué esa forma de conocimiento sea concreta y realista
Gracias Palabra Activa por este valioso aporte!!!!
Gracias Carlos. Román, y toda Palabra activa!!!
Una vez mas las notas de Carlos Roman, aparecen como pantallazos de historias necesarias, poco conocidas o desconocidas. Colaboran en la ampliacion del conocimiento de nuestro pasado. con clara ideologia popular.