LA MIRADA
Mirar. La mirada. Ser para.
Algo más que conceptos, que metáforas. Desde antes de antes, apenas granito en el mar amniótico. Vinimos con tajo, dice una letra de rock. ¿Tajo? Acaso alguien nos cortó los testículos y el pene originales? ¿Por eso la carencia y la envidia (Freud dixit)?
Porque entonces somos en la mirada en que nos miran ellos. Y una va por la vida envidiando a heroínas de caramelos y rositas perfumadas, princesas de cuentos, o putitas caras. Heidi, Ingalls, Madonna. Mientras la vida va y la libertad, bien gracias.
De tanto en tanto, algunas rompemos estereotipos y vivimos y amamos como se nos antoja y entonces ¡claro! Somos demonios, trotacalles, locas de atar.
Cuánto trabajo para transcurrir otra historia.
Y el reloj, ese viejo contador del tiempo, dispone otro estatus, otra forma de anclarse en las veredas. Ya no se salta a la soga ni se desfila en las pasarelas masculinas. Ya no somos. La mirada se aparta, no mira cuando una ya ha caminado muchas leguas. Es que ya no tiene la carne enhiesta y firme, no provoca deseos subterráneos. Una es la no mirada.
¿Será verdad? Porque después de la certeza de lo efímeras que son las promesas de amor eterno, una se mira en el espejo invisible de la memoria, se viste de dolor y se vuelve insomne.
Confirma el estereotipo. Hasta.
Y ya no le preocupa esa mirada ajena, le cuesta enfocarla porque es muy pequeña. Porque llegada a esa esquina de la vida, encuentra su propia mirada, gordita, simpática, que le informa detalladamente que si bien ha pasado el tiempo de las conquistas, que recordará melancólicamente, va siendo hora de decir, decidir, ir a Una mirada.
¿Cómo está tu mirada?
-Prosa poética-
Marilí Sostres
Escritora de Hurlingham
Para Palabra Activa