Ya ni siquiera el billete de 20 pesos con la imagen de la Vuelta de Obligado circula por allí. La referencia popular al Combate en el que se decidió la Soberanía de la Nación quedó oculta por quienes le temen a la historia gloriosa de un pueblo, porque no están, nunca lo estuvieron, a su altura.
El ocultamiento centenario del combate de Obligado que quedó sepultado en los campos maniqueos de la historia oficial, fue rescatado del olvido a mediados del siglo XX y con mayor enjundia en la primera década del XXI, habla con mucha claridad de quienes lo pergeñaron. ¿Cómo pedirles a los que inventaron una historia de ficción que rescaten del olvido una acción en la que se ponía en disputa la Soberanía de la nación?
Acaso quienes escribieron la historia no fueron también gestores políticos de esa nueva Argentina que se aliaba al Imperio de Brasil, como lo hizo Urquiza?; o al capital inglés para vencer al orgulloso Paraguay, como hizo Mitre?; le podemos pedir a aquel Sarmiento que abominaba al gaucho y su tradición, que hable de Soberanía?; o a Roca, que prohijó un modelo económico agroexportador en beneficio de Inglaterra y de la oligarquía pampeana?
En la Vuelta de Obligado, el 20 de noviembre de 1845, se jugaba la dignidad de una nación. Se defendía el derecho de un país a desarrollar una política económica propia y a fijar las reglas para navegar por los ríos interiores. Todo ello era intolerable para los prepotentes del mundo. Como siempre lo fue.
Y las potencias contaban con el servicio incondicional de la oposición al gobierno de la Confederación que, desde su exilio en Montevideo, buscaban la intervención para derrotar al gobierno que no querían. Y que gobernaba un país que tampoco querían.
Esas potencias, que se habían enseñoreado en China y en México, vinieron. Y sus barcos bombardearon nuestras tierras y mataron a nuestra gente, con la certeza de ser portadores de una libertad presunta, en la que solamente ellos creían.
Remontaron con prepotencia nuestro Paraná, en busca de Corrientes y de Asunción. Pero en Obligado se encontraron con resistencia tenaz que les hizo ver “que los argentinos no éramos empanadas que se comen con solo abrir la boca” como dijera San Martín. Y volvieron a tropezar con la tozudez patriota a lo largo del río. Y tuvieron que irse con su derrota y pedir la paz, humillante.
Cuánta enseñanza se puede obtener de la historia si la sabemos leer. Si nos despojamos del relato de aquellas personas interesadas en hacernos creer, desde la escuela primaria, que una nación libre y soberana no es posible y que la dependencia es un estado natural. Si logramos entender que, en cada momento y cada uno de nosotros y nosotras, somos protagonistas del destino de una Nación, hacedores y hacedoras de un presente y un futuro que nos llene de orgullo. O simples marionetas resignadas a que los hilos que nos conducen los muevan otros.
Carlos Román
Para Palabra Activa