En momentos de grandes convulsiones política, los cambios se observan a simple vista, o eso parece. Las redes sociales, los diarios digitales y los canales 24 horas, dan una sensación de estar informados en todo momento, no solo por el caudal de noticias sino también por la diversidad de plataformas y páginas.
En las noticias del ámbito político es dónde se puede palpar de forma más evidente las diferentes disputas, discursos, debates, relatos de todos los actores que lo componen. Y, a su vez, el recorte que estos medios realizan según la línea editorial. Por lo tanto, los medios son entonces, uno de los campos de batalla de la política y los usuarios son quienes eligen y consumen según su propio pensamiento o gusto. Pero, ¿hasta qué punto una elección se puede considerar genuina?
Las corporaciones mediáticas invierten en todo tipo de publicidad para atraer más usuarios y usuarias, o mejor dicho, clientas/es. Por lo tanto, los consumos diarios están manejados por entidades que ofrecen una falsa sensación de “libre elección”. Más allá de la política, hay sectores en los que estas corporaciones fueron socavando de forma silenciosa sin darnos cuenta: la cultura.
Los consumos culturales, aparte de los medios de comunicación, también comprenden la moda, la música, el cine y todo tipo de expresiones artísticas a las que accedemos todos los días y con las que interactuamos sin darnos cuenta. En el ámbito cultural también se producen batallas y tensiones entre producciones independientes y producciones de consumo masivo.
Esta tensión se evidenció a principios de este mes, cuando Luis Puenzo, director del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) renunció tras la represión que sufrieron diferentes actores del sector audiovisual por parte de la Policía de la Ciudad tras reclamar la desfinanciación y falta de compromiso con las producciones y expresiones culturales nacionales.
El principal descontento con la gestión del cineasta es con la no modificación del Plan de Fomento, impuesto en el gobierno de Macri y que concentra la producción cinematográfica en las productoras más grandes radicadas en AMBA. Por otro lado, según la ley 27432, en diciembre de este año caducará el financiamiento a Cultura, algo que impacta en el cine, la música y el teatro.
Por su parte, el director Fernando Krichmar, integrante de Documentalistas Argentinos (DOCA), señaló: “Creemos que el estado debe garantizar la producción, la distribución y la conservación de un cine que aporte capital cultural, diversidad de miradas y que tenga una producción que no esté ligada a los intereses de las grandes empresas nacionales y extranjeras”.
La soberanía de un país no solo puede peligrar a través de acuerdos con organismos internacionales. Es importante defender la industria cultural nacional porque a través de ella reivindicamos la identidad como Pueblo para poder discernir de aquello que solo se produce como negocio con el fin último de producir la deculturación.
Mar Buonomo