Editorial –
El 2023 inicia en un marco de creciente conflictividad política y económica. La compleja situación económica, la radicalización de la derecha cambiemista sumado a los coletazos que el intento de magnicidio contra Cristina Fernández imprimen en la realidad interna y obligan a que el Frente de Todos apure definiciones político-electorales.
Análisis de un año crucial para las grandes mayorías populares.
Desde su llegada al poder el FDT debió abordar un doble desafío: por un lado reparar lo más rápido posible el terrible daño que el gobierno de Macri le había producido al tejido social y por otro solidificar la alianza de las casi 20 agrupaciones políticas que hicieron posible el triunfo electoral del 2019.
La pandemia primero y la crisis global desatada por la guerra en Ucrania complejizaron los dos primeros años de gestión en donde el gobierno demostró una gran eficacia para atenuar el impacto sanitario, más no así para contener el espiral inflacionario fogoneado por los grupos económicos concentrados.
Ya desde finales del 2020 Cristina Fernández, principal arquitecta en la construcción de la estrategia electoral que se implementó para vencer a Cambiemos, comenzó a señalar acertadamente los déficits económicos de la gestión gubernamental; que no fueron escuchados por parte de la Casa Rosada y que finalmente llevaron a la derrota en las legislativas del 2021.
El atentado, aún no esclarecido plenamente, contra la vice presidenta y su posterior condena e inhabilitación electoral son eslabones de una misma cadena de acciones destituyentes que la derecha continental lleva adelante contra todas las figuras políticas que amenazan los intereses de los grupos dominantes y buscan sacar del centro de la escena a la única figura política con serias chances de ganar la elecciones.
En medio de una crisis económica profunda, complejizada aún más por los condicionamientos que impone el FMI, la proscripción política de la figura más convocante del arco oficialista es un claro intento de la derecha para retornar al gobierno del Estado y desde allí descargar un severo programa de ajuste contra las grandes mayorías. Es en este contexto, y no en otro, que el campo popular debe por un colectiva y unitariamente contra la proscripción política que pesa sobre CFK y profundizar todos los espacios de debate para elaborar una propuesta electoral que se exprese en un programa de gobierno que asuma la tarea de encarar todas las reformas estructurales que permitan mejorarle la vida a los sectores populares que todavía son su base de apoyo más fidelizada. Este es el objetivo central y prioritario que como campo popular deberemos encara este desafiante año: construir en el marco de la unidad más amplia posible una nueva épica que enamore a las grandes mayorías para retener el gobierno y transformar la realidad en beneficio de todas y todos.
En breve sabremos si nuestras prácticas políticas están o no están a la altura de nuestros sueños.
Por Palabra Activa