Elegir a quién escuchar para entender o informarse sobre lo cotidiano es eludir atentamente a personas mentirosas, desequilibradas o difamantes.
Eso lleva a bucear en una sobreabundancia de personas tituladas periodistas, publicistas, o comunicadoras y comunicadores, que escamotean media realidad mientras sobre actúan o cancherean sobre su astucia para interpretar la otra media. Gente que lee bajo el agua con indignación e insultos, exponiendo lecturas miserables del mundo, bien paga (con pauta del Estado) y con mucho tiempo de aire. Es un ejercicio que no todes pueden o tienen tiempo de hacer.
¿Y uno se pregunta: estos peces calificados sólo dicen lo que les mandan sus patrones/financistas o reflejan lo que le esta pasando a nuestro pueblo en la cabeza? ¿El dólar les tiñe las palabras o expresan lo peor de los prejuicios, mezquindades e ignorancias de la moderna sabiduría popular? ¿Por qué hay que soportar los insultos infamantes, gritos desaforados e inquina planificada de estos señores/as? ¿Es eso el periodismo de hoy? ¿Un conjunto de mercenarios que conspiran con espías, servicios, políticos con más boca que conciencia, mercaderes del odio? ¿Y por qué tienen tanto rating (y los subsidia nuestro gobierno)?
Uno de los fenómenos circenses invitado a muchos de estos medios privados (de sensatez), es uno que grita ideas viejas como el egoísmo, soluciones repetidas hasta el fracaso y frascos salvacionistas, como si fueran milagros fuera del sistema…vendidos por un funcionario que descubrió la peluca y la amenaza como volante de liquidación. Que se subió al poni del rechazo adolescente, al avance del género, abomina la solidaridad con quienes menos tienen (gracias a los sponsors del citado peludo, entre otras lindezas), que pone alaridos y gruñidos resentidos donde se necesitan ideas.
Y hay quien quisiera escuchar a gente responsable que desarrolle propuestas para mejorarle la vida a uno, con calma y paciencia pedagógica necesaria para comprender mecanismos tan difíciles como el poder y la economía política. Pero nos imponen tolerar a estos mercachifles alborotadores de la intolerancia. Y lo venden como novedad.
¿Qué tiene de original eliminar el Estado y cualquier acción solidaria, en un país que tuvo aviadores que bombardeaban plazas llenas, fusiladores, desaparecedores, secuestradores de niños y niñas, dictaduras asesinas y privatizadoras?
¿Otra vez hay que descartar el Ministerio de Educación, cuando ya se intentó y así nos fue? ¿Es coherente terminar con la “casta política”… haciéndose elegir diputado? ¿O vacunarse con el mismo sistema de salud que rechaza con sus gestos?
Vivir en sociedad supone que cada movimiento puede significar pisarle los pies, los intereses o los derechos a nuestrxs vecinxs. ¿Sirve para esa convivencia darle micrófono a estos personajes? Siempre tuvimos fachos chillones, pero nunca tuvieron más espacio que un banquito de plaza.
Lanzar maldiciones como un pirata borracho contra quienes no le dan la razón es un buen método para elevar lo peor de nuestros instintos y miedos de supervivencia en un mundo zombi. Pueden ser útiles para escribir series apocalípticas, pero no es receta cuando estamos obligados/as a convivir con tantas contradicciones y problemas de difícil solución. Por ejemplo personas que quieren ganar a costa del esfuerzo ajeno, subiendo los precios, especulando con el dólar, evadiendo o haciendo negocios con los agujeros del Estado.
Procesar los conflictos requiere de fuerzas sociales organizadas que canalizan a través del voto, el debate, la calle y los medios sus intereses y diferencias.
O jugamos a otro juego, el de la sangre.

Gustavo Zapata

Secretario General de CTA
Morón-Hurlingham-Ituzaingó

Para Palabra Activa