El mes de junio nos ofreció un panorama convulsionado tanto en el aspecto político como económico. Las apariciones públicas de Cristina, los cambios ministeriales y la tensión con los movimientos sociales parecieran re acomodar las fichas del tablero del FDT. Balances, aportes y expectativas.
A más de dos años de iniciado el nuevo gobierno y en medio de un panorama internacional cada vez más complejo, el escenario doméstico no logra encontrar ni estabilidad económica ni equilibrio político. El espiral inflacionario, que saquea los enflaquecidos bolsillos de trabajadoras/es y jubilados/as, no logra ser contenido lo que genera por un lado “daño político al gobierno nacional” y por otro un “empoderamiento de los grupos económicos concentrados que acumulan ganancias inmoralmente grandes”.
El acuerdo alcanzado con el FMI, tal vez inevitable de ser firmado como consecuencia del endeudamiento heredado de la administración de Cambiemos, logró ordenar la macro-economía. De allí que el ciclo de Martín Guzmán al frente del Ministerio de Economía haya tenido que terminar para dar paso a una “re-orientación económica” más centrada en la recuperación del salario real como pilar del fortalecimiento del mercado interno.
La llegada de la nueva ministra abre, en este sentido, una saludable expectativa para los intereses populares que el tiempo se encargará de confirmar o desmentir. Enmarcado en este contexto, los discursos de Cristina Fernández aportaron una visión crítica sobre las raíces de la inflación. La economía bi-monetaria y el “festival de importaciones” son, según la vice-presidenta, las causas profundas del alza de precios domésticos y un roll mucho más activo del Estado la única solución posible.
La corrida bancaria desatada en los días siguientes y la presión devaluatoria llevada adelante por AEA (Asociación Empresaria Argentina), la UIA (Unión Industrial Argentina) y la SRA (Sociedad Rural Argentina) fueron, por un lado, la respuesta que los grupos dominantes le dieron al gobierno y por otro, una confesión de los oscuros intereses que motiva al “círculo rojo” empresarial-opositor. Entendido así, la inflación, no es otra cosa que puja distributiva entre las mayorías trabajadoras y las minorías parasitarias. Lamentablemente esas mismas apariciones públicas de CFK también aportaron argumentos para aumentar la tensión al interior del frente gobernante. La desafortunada mención pública sobre el accionar de los Movimientos Sociales puso en debate, más que a las organizaciones señaladas por Cristina, el roll que la “economía popular y los trabajadores informales” deben tener en este contexto. Más allá de los posicionamientos que los dirigentes hayan tenido o tengan, las organizaciones sociales deben ser comprendidas como una forma de representación popular propia de esta etapa de descomposición capitalista.
Hasta hace 45 años, en épocas de pleno empleo, desarrollo industrial y alto consumo, eran los Sindicatos quienes articulaban las crecientes demandas de una clase obrera ideologizada, empoderada y fortalecida. El violento proceso de neo-liberalización impuesto por la Dictadura, el menemismo y la Alianza reconfiguró el mapa social de nuestro país creando intencionalmente grandes bolsones de pobreza estructural y desocupación crónica que nunca fueron resueltos del todo.
Desde las puebladas patagónicas de 1993 (en pleno festival privatizador) hasta las masivas protestas piqueteras post-2001, los Movimientos Sociales fueron el canal de expresión política que la parte más empobrecida de nuestra población debió aprender a construir colectivamente. Sus justos reclamos políticos y su legítimo derecho a la participación plena en la vida económica de nuestro país no pueden cuestionarse por más ingratos o incómodos que nos parezcan algunos de sus dirigentes.
La implementación de un Salario Universal , sostenido por un reforma tributaria que grave la renta de los grandes grupos económicos, y el control popular de la economía deben ser las repuestas que el gobierno del FDT debe encarar para reconstruir la alianza social que le hizo ganar las elecciones en 2019.
El tiempo dirá si la realidad está a la altura de las expectativas.
PALABRA ACTIVA