Este mes se cumplió el vigésimo aniversario del estallido social de diciembre de 2001 que no sólo puso fin al nefasto gobierno de la Alianza sino que puso en cuestionamiento las bases mismas del modelo neo-liberal. Balance de una ruptura histórica reciente.
Las explicaciones fáciles y uni-causales son inútiles para comprender los procesos sociales en toda su magnitud y complejidad. Esas calurosas, convulsionadas y trágicas jornadas de hace dos décadas son muchas veces presentadas como una reacción urbana que, protagonizada por los sectores medios, expresó el hartazgo ante un gobierno ineficaz que había incautado los fondos bancarios de los pequeños ahorristas. Sin embargo, ese lejano diciembre del 2001, la sociedad expresó una crisis mucho más profunda.
Desde el brutal ajuste estructural aplicado en 1975, conocido como el “Rodrigazo “, y especialmente a partir de la llegada al poder de la dictadura militar de 1976, nuestro país fue un “laboratorio de políticas neo-liberales” que des-industrializó nuestra patria, reprimió la protesta social, persiguió al sindicalismo combativo, endeudó pornográficamente al Estado con los organismos de crédito internacionales e hizo crecer exponencialmente el desempleo y la pobreza. Los gobiernos de la “transición democrática”, el de Alfonsín primero y el de Menem después, iniciaron una lenta pero continua “des-regulación de las relaciones económicas” privilegiando el capital financiero, flexibilizaron las leyes laborales para asegurar la tasa de ganancia empresaria y achicaron el Estado en una orgía privatizadora. La híper-inflación desatada desde 1989 fue la excusa que ese mismo proyecto neo-colonial encontró para aplicar la mágica receta de la dolarización del mercado interno conocida como el “1 a 1”. El resultado no podía ser otro que un aluvión de productos importados que terminaron por arrasar a las pequeñas y medianas industrias, lo que a su vez generó altas tasas de desempleo estructuralizado. El gobierno de Fernando De La Rúa, lejos de alejarse de las políticas de ajuste aplicadas por el menemismo, las profundizó aumentando la deuda externa a través del Blindaje y Mega-canje y empapelando todo el territorio nacional con “bonos” que suplantaban a los pesos que no se podían emitir ante la ausencia de dólares en el Banco Central.
El “corralito bancario” impuesto desde el 2 de diciembre del 2001 fue el último acto de un saqueo llevado adelante por los grandes grupos económicos contra los sectores populares desde hacía 25 años. Es decir, no fue la causa de la crisis, sino su consecuencia.
La huida presidencial, luego de tapizar la Argentina de pobres y de muertos, fue el fin del ciclo neo-liberal iniciado mucho tiempo antes y la demostración clara que los pueblos tienen capacidad de lucha, resistencia y creatividad política. El proceso de reconstrucción nacional llevado adelante desde el 25 de mayo del 2003 sólo puede ser comprendido y valorado por la experiencia de la resistencia popular llevada adelante durante más de dos décadas. Cuando los pueblos ganan las calles, también conquistamos la Historia.
Pablo Ambrosetti
Para Palabra Activa